Anuncio del Domo Dorado ¿Una analepsis de los 80?
La analepsis es una interrupción en el orden cronológico lineal de una narración para introducir un hecho del pasado. Este recurso narrativo es más conocido por su expresión anglosajona ‘flashback’, y se volvió muy popular por su uso en el cine. El narrador los utiliza para hacernos comprender algún hecho del presente; por ejemplo, en la serie de espías The Americans, se recurre a la analepsis para mostrar la vida pasada de un matrimonio de espías que viven en Washington, por ejemplo, escenas de su adiestramiento en la Unión Soviética ayudan al espectador a comprender porque tienen las capacidades necesarias para cumplir sus misiones.
Este mismo recurso fue utilizado por el presidente de los EUA, Donald Trump, al momento de presentar el proyecto del Domo Dorado (Golden Dome en inglés). Lo presentó como un proyecto de Ronald Reagan, pero que hace cuarenta años no pudo concretarse por no existir la tecnología. Pero no es solo el sistema de defensa antimisiles lo que nos trae esta imagen, sino todo lo que simboliza Reagan: “el presidente que derrotó al comunismo y finalizó la Guerra Fría” ¿Será este el primer paso de una “Nueva Guerra Fría” que aún no comenzó?
Autor: Patricio Lasala
La imagen perfecta
Comencemos por la imagen del pasado, una imagen que se fue sintetizando, modelando e idealizando con el correr del tiempo. Ronald Reagan gobernó los EUA entre 1981 y 1989, el 23 de marzo de 1983 presentó al mundo desde el Salón Oval (de la misma forma que lo haría Trump) la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI por las siglas en inglés de Strategic Defense Initiative). En dicha presentación se hizo la siguiente pregunta:
«¿Qué pasaría si los pueblos libres pudieran vivir seguros sabiendo que su seguridad no descansa en la amenaza de una represalia instantánea de Estados Unidos para disuadir un ataque soviético, sino en la capacidad de interceptar y destruir misiles balísticos estratégicos antes de que lleguen a nuestro suelo o al de nuestros aliados?».
Esta era la clave de la iniciativa: la ruptura del equilibrio estratégico gracias a la amenaza de una destrucción mutua asegurada. Continuando con la imagen del pasado, esta iniciativa habría provocado pánico en Moscú y habría llevado a los soviéticos a cambios políticos (que llevarían a Gorbachov al poder), presionar su economía para aumentar el gasto en defensa y a una sensación de vulnerabilidad que los colocaba en una posición de inferioridad. En definitiva, la SDI habría sido la jugada estratégica “que terminó con el comunismo”.
La historia real no es tan lineal (no es lo que estamos tratando aquí), lo que nos interesa es la potencia de la imagen evocada, que es la que recurrió el gobierno norteamericano para presentar el Domo Dorado. En este sentido, la iniciativa se montaba sobre un clima de época, y fue rebautizada por los medios como “La Guerra de las Galaxias”[1] (por la película homónima de Steven Spielberg de 1977); ya Reagan había llamado a la URSS como el “Imperio del Mal”, lo que hacía resonar al Imperio Galáctico de Darth Vader y su poder autoritario, resistido por la Alianza Rebelde que luchaba por la libertad. Estos significados estaban profundamente incorporados a los usos culturales de la época (inclusive los soviéticos se referían a dicha política como la “Guerra de las Galaxias”).
Luego de la caída del muro de Berlín, la imagen de que Reagan propuso la guerra de las galaxias, y la imposibilidad de adecuarse a ella por la URSS llevó a su caída, se popularizó tanto en la opinión pública como en el mundo académico. Por ejemplo: John Lewis Gaddis, U.S. and the End of the Cold War (New York: Oxford University Press, 1992) p.43-44. Sostuvo que la SDI “pudo haber sido el factor más efectivo para promover reformas internas en la Unión Soviética… la SDI bien pudo haber sido la gota que colmó el vaso”; del lado ruso no están tan de acuerdo.
¿Por qué ahora sí?
Lo que soñaba Ronald Reagan con la “Guerra de las Galaxias” estaba en potencia en las incipientes tecnologías de información y comunicación. Estas recién comenzaban su propia carrera de desarrollo. Los procesadores como el Intel 8086/8088 operaban a menos de 10 MHz y las memorias RAM alcanzaban los 512K; no existía la idea de una “computación gráfica” como interfaz operativa, que se impondría con Windows –predominaba el DOS y la línea de comandos–. Los protocolos TPC/IP estaban en fase de consolidación técnica y la red de redes internet, se limitaba al ámbito científico y militar –como ARPANET O MILNET–.
A principios de los años 80, imaginar un dispositivo móvil —una computadora de bolsillo equipada con un procesador de 4 GHz, 128 GB de memoria, GPS en tiempo real, capacidad de mostrar imágenes satelitales e incluso ofrecer realidad aumentada con información comercial y opiniones de usuarios— habría sido percibido como ciencia ficción pura, tan inverosímil como los universos digitales y espaciales retratados en La Guerra de las Galaxias.
Hubo que recorrer un largo camino para llegar a esto. Este camino es el que le permite abrir su alocución diciendo que este escudo fue deseado por Ronald Reagan, pero en aquel momento no existía la tecnología; Trump asevera que ahora la tendrán. Esta tecnología la podríamos resumir en servomecanismos automáticos interconectados: si bien le parecerá extraño al lector, de esto se trata; de dispositivos con movilidad propia que poseen sensores para realizar tareas preestablecidas en forma autónoma; el ejemplo más reciente: la munición merodeadora y los VANT que operan en enjambre.
Reperfilando la imagen
La tarea a la que se avocó el presidente norteamericano fue a la de reperfilar la imagen de su antecesor, relanzando su misma iniciativa desde el mismo lugar: el Salón Oval. Trump caracterizó el escenario desde donde hacía el anuncio como uno de los “lugares más grandes del mundo”. Esta frase estuvo acompañada de una escenografía donde no faltaban referencias históricas, que Trump las nombra explícitamente. A continuación, intentaremos mostrar la imagen que busca transmitir Trump reconstruyendo su discurso:
En un momento del discurso, menciona que se encuentra presente el documento de la Declaración de la Independencia, el acta fundacional de la república. Luego nombra a otros presidentes, cuyos cuadros fueron puestos en el Salón –una de las primeras decisiones de un presidente en EUA es como quiere decorar este espacio, que marca su propio sello personal–.
Nombró a George Washington (1789–1797) y a Thomas Jefferson (1801–1809), cuyas presidencias fueron fundacionales, que organizaron la república y promovieron la doctrina de la neutralidad. Washington proclamó dicha doctrina en 1793, donde los EUA se mantenían al margen de los asuntos europeos (de una Europa en la que se expandían las ideas revolucionarias, que estaba en guerra y que pronto vería el ascenso de Napoleón). Jefferson sentó la doctrina continental, que era expandir la Unión hacia el oeste, compró Luisiana a Francia; creía en un gobierno limitado y descentralizado.
También nombró a James Monroe (1817–1825), “el del documento Monroe” de 1823, donde se sentó la doctrina de “América para los americanos” (en este caso por América se refiere a todo el continente) y el principio de no intervención de las potencias extranjeras. En 1821 San Martín había declarado la independencia del Perú, aunque la guerra se sostuvo hasta 1824. Esta doctrina, que contaba con el apoyo tácito de Inglaterra, estaba dirigida a las potencias europeas de la Santa Alianza que buscaban aplastar los movimientos revolucionarios, inclusive en América Latina.
Otro bloque de presidentes lo constituyen Abraham Lincoln (1861–1865) y Ulysses S. Grant (1869–1877). Lincoln preservó a la Unión durante la Guerra de Secesión (1861-65), mediante la ampliación y centralización del poder presidencial, lo que terminó por establecer un nuevo modelo de república, con una presidencia que consolidó como núcleo de las decisiones estratégicas –hasta entonces el ejecutivo era un poder débil y el mayor poder institucional estaba en manos de los gobernadores y el Congreso–.
El general Grant, Trump menciona su grado militar, fue Comandante General del Ejército de los Estados Unidos desde 1864, quién le dio un giro estratégico a la conducción del conflicto: de una actitud defensiva, centrada en la maniobra y conducida en teatros aislados, pasó a una ofensiva, con un comando centralizado y una acción coordinada en todo el frente. Llevó adelante una guerra de desgaste confiando en la mayor disposición demográfica y material de sus medios bajo un concepto de guerra total. Ulysses S. Grant fue quien dirigió la Era de la Reconstrucción, en que para garantizar la unidad del estado recurrió a la centralización del poder y al predominio militar.
Como vimos más arriba, el otro presidente que nombró Trump fue Ronald Reagan, que estuvo presente desde el primer momento del discurso por ser el inspirador del Domo Dorado.
La visión de EUA hacia el mundo
Trump no tuvo que explayarse en cada uno de los personajes nombrados, como lo hicimos aquí, porque son parte de la historia que debería conocer todo americano. En esta imagen que hay de fondo encaja cual es el objetivo del sistema de defensa antimisiles.
Dice Trump que el Domo Dorado no es solo necesario para el éxito, sino para la supervivencia de los EUA porque “Es un mundo bastante malvado ahí afuera” (It’s a pretty evil world out there). No llega a la intensidad de Roland Reagan, de que personalizó a la URSS como el imperio del mal, sino que utiliza una construcción anglosajona que le da un sentido impersonal.
Asevera que el dispositivo será de una tecnología que se producirá en los EUA y que solo este país tendrá (aunque lo extenderán a Canadá si esta paga el precio), y que garantizará un 100 % de efectividad –superando al israelí que ellos, los americanos, ayudaron a construir–. Para Trump se terminaría “para siempre” la amenaza que presentan los misiles a su país (en este contexto se utiliza la palabra homeland, que tiene un sentido territorial y de seguridad de la población).
Dejó a los otros participantes de la conferencia las definiciones y consecuencias. Acompañaron a Donald Trump el Secretario de Defensa Pete Hegseth; el General Michael Guetlein, Vicejefe de Operaciones Espaciales de la Fuerza Espacial y designado director del programa Golden Dome; y tres senadores, aliados de Trump en el proyecto.
El Secretario fue quien evaluó las consecuencias, dijo que cambia las reglas de juego (sin explicar el por qué), pero adelanta que esto traerá mucha atención de sus enemigos y adversarios. Se refirió a la visión de Reagan, y a la visión de Trump que dice cosas que otros no querían ver, refiriéndose a aquellos que dicen que no existen amenazas y a los que se focalizaron en aventuras en el exterior (foreign adventurism) por “amenazas que supuestamente nos afectan”.
Para Hegseth la amenaza está en Rusia, en “China comunista” y otros países que están amenazando en superar a los EUA en capacidades. En línea con esto, el general Guetlein fue más preciso:
“…nuestros adversarios se han vuelto muy capaces y muy decididos a poner en peligro la patria (homeland). Mientras nosotros nos hemos centrado en mantener la paz en el exterior, nuestros adversarios han modernizado rápidamente sus fuerzas nucleares, construyendo misiles balísticos capaces de albergar múltiples cabezas nucleares, construyendo misiles hipersónicos capaces de atacar Estados Unidos en menos de una hora y viajar a 6.000 millas (10.000 km) por hora, construyendo misiles de crucero que pueden navegar alrededor de nuestros radares y nuestras defensas y construyendo submarinos que pueden acercarse sigilosamente a nuestras costas, y lo que es peor, construyendo armas espaciales. Es hora de que cambiemos esa ecuación y empecemos a redoblar la protección de la patria. El Domo Dorado es un planteamiento audaz y agresivo para darnos prisa y proteger la patria de nuestros adversarios.”
La implementación
Trump espera completar el proyecto antes de que termine su mandato (de cuatro años), según comunicó, estaría listo en tres años y costaría unos 175.000 millones de dólares. Según el presidente, EUA no tiene nada similar a ello en este momento, “no hay tal sistema”, hay ciertas áreas protegidas y misiles de defensa; el sistema que se prevé desarrollar cubriría la totalidad del territorio americano y, llegado el caso, canadiense.
El sistema se proyecta “multicapa”, con varias instancias para identificar y destruir los misiles entrantes, sea por aire, mar o tierra, e inclusive el espacio exterior; será “abierto” y con el centro de desarrollo en Silicon Valley; está más relacionado con un ecosistema de defensa de tecnologías digitales que con la industria pesada (big Steel). Siendo de arquitectura abierta, hay muchas compañías que pueden participar, tantos las del sector de la defensa, como medianas y pequeñas. Los senadores resaltaron las industrias de sus estados que podrían colaborar.
El Golden Dome
Antes de analizar las implicancias estratégicas, cabría preguntarse si el proyecto del Domo Dorado es factible, tanto a un costo razonable como en el tiempo esperado. Si bien esto no fue motivo de análisis en este artículo, intuitivamente podemos aventurar un sí con altas/ altísimas probabilidades de ocurrencia: muchas de las tecnologías que se necesitan están maduras o en pleno desarrollo.
Sensores, misiles, satélites, inteligencia artificial, todos estos aspectos están masificados, lo usan millones de personas, sin requerir grandes inversiones para hacerlo: basta un teléfono celular y conexión de datos. Si a esta tecnología le sumamos una inversión de 175.000 millones de dólares para potenciar los ecosistemas de Silicon Valley y la industria militar actual, podemos estimar que el anuncio es serio y que el proyecto es factible.
Donald Trump tuvo como partícipe de su gobierno a Elon Musk, un multimillonario que dirige empresas como SpaceX y xAI, que ya puso una constelación de satélites de órbita baja (LEO) conocida como Starlink y entregó internet satelital gratuita a las tropas en Ucrania. SpaceX desarrolló vectores espaciales reutilizables y realiza tareas de posicionamiento y traslado de cargas al espacio. xAI es su empresa de inteligencia artificial, que permitiría una automatización de las actividades de defensa, como la de detección y supresión de amenazas.
Por lo pronto, la colocación de lanzadoras misilísticas desde el espacio no se realizó hasta ahora más por una decisión política, la de evitar una carrera armamentística espacial, que por limitaciones técnicas.
Siendo posible un escudo antimisil a gran escala, con plataformas en todos los dominios, la pregunta de cuáles serán las consecuencias es seria, y su respuesta relevante: como dice el secretario Hegseth, cambiará las reglas de juego. Se romperá tanto el equilibrio estratégico, ya que para los EUA disminuiría la amenaza de las armas de destrucción masiva enviadas por el aire. Como expresa el general Michael Guetlein, considerando los medios, se modifica la ecuación, que hasta ahora era entre dos términos de igualdad. EUA estaría alcanzando una superioridad estratégica de un nivel superior, y no por una vía cuantitativa: ya no se trata de superar al oponente en ojivas nucleares o divisiones de ejército para una guerra de atrición.
Todas estas ideas se inscriben en la imagen reperfilada por Trump: volver a la fundación de los EUA y a la política de neutralidad, como la de Washington y Jefferson, aislar a América (¿el país, América del Norte, al continente?) del resto del mundo, o por lo menos, de ese mundo bastante malvado (y que se resuelvan los problemas solos), actuar en forma agresiva, como Lincoln y como Grant, para lograr el objetivo antes de que los adversarios puedan reaccionar. Por último, completar el sueño de Reagan y alcanzar la supremacía estratégica; ya no se trataría de una seguridad alcanzada por balance de fuerzas, sino por supremacía.
Quedan muchos interrogantes por resolver, que serán planteados en un próximo artículo de la Revista Manual de Informaciones.
[1] En realidad, el apodo se lo puso la oposición a la política y la prensa de un modo humorísticos y satíricos para ridiculizar la política de Reagan.