Julio 30, 2025
La reciente convergencia comercial entre Estados Unidos, la Unión Europea y Japón no es un simple acuerdo arancelario: constituye una maniobra estratégica orientada a reorganizar el poder global y aislar progresivamente a Rusia.
El marco firmado el 27 de julio entre Washington y Bruselas, seguido del pacto con Tokio, revela una arquitectura económica emergente que refuerza el eje atlántico-pacífico bajo liderazgo estadounidense. A su vez, esta red de acuerdos genera un dilema geoestratégico para China, que deberá optar entre preservar su alianza con Moscú o mantener sus vínculos comerciales con Occidente.
El nuevo eje comercial occidental
El pacto entre Estados Unidos y la Unión Europea estipula la imposición de un arancel del 15 % a productos europeos (mitad del anunciado inicialmente por la administración Trump) a cambio de significativas concesiones.
Entre ellas, destacan la inversión europea de 600.000 millones de dólares en sectores estratégicos estadounidenses y la compra de 750.000 millones en energía norteamericana, medida que reduce la dependencia europea del suministro ruso. Asimismo, se mantendrán los aranceles al acero y aluminio, aunque se administrarán mediante un sistema de cuotas.
En sintonía, Japón aceptó condiciones similares en un acuerdo precedente, asegurándose el mismo trato arancelario que la UE, especialmente en el rubro automotriz.
La decisión de ambos actores de alinearse bajo el paraguas de Washington responde tanto a intereses económicos como a la necesidad de contrapesar el proteccionismo estadounidense desde una posición negociada, evitando una guerra comercial de gran escala.
El marco firmado entre Washington y Bruselas, seguido del pacto con Tokio, revela una arquitectura económica emergente que refuerza el eje atlántico-pacífico bajo liderazgo estadounidense
El nuevo esquema también contempla arancel cero para bienes críticos (tecnología, medicamentos, semiconductores, productos agrícolas y materias primas estratégicas), delineando un patrón de interdependencia regulada en sectores de doble uso.
Este tipo de integración sugiere una voluntad coordinada de reducir la exposición tecnológica frente a actores extrarregionales, particularmente China.
Impacto geopolítico: la presión sobre Rusia y el factor China
Las implicancias del acuerdo trascienden el plano económico. Apenas horas después de su firma, Washington endureció su postura frente al conflicto en Ucrania: redujo de 50 a 10-12 días el plazo para que Rusia acuerde un alto el fuego, bajo amenaza de sanciones secundarias —incluyendo aranceles del 100 % a cualquier nación que mantenga relaciones comerciales con Moscú.
La medida busca aislar al Kremlin incrementando el costo para sus socios. Países como India, Brasil, Turquía y, sobre todo, China, enfrentan una presión sin precedentes. Para Pekín, primer socio comercial de Rusia y eje clave de su sostén energético, este ultimátum representa una disyuntiva crítica: mantener su respaldo estratégico a Moscú o preservar su acceso a los mercados occidentales.
La reacción china ha sido desafiante. El presidente Xi Jinping reafirmó su alianza con Vladimir Putin, abogando por una mayor cooperación con el Sur Global y la promoción de un orden multipolar.
No obstante, la dependencia exportadora de China respecto a EE. UU., la UE y Japón (principales destinos de su comercio exterior) limita su margen de acción. La posibilidad de represalias económicas más amplias —como restricciones a insumos críticos o sanciones a entidades financieras— expone las vulnerabilidades chinas en medio de una economía doméstica frágil.
¿Hacia un nuevo orden comercial geoestratégico?
La ofensiva comercial estadounidense es más que una reconfiguración arancelaria: constituye un vector de presión multilateral que amalgama intereses económicos, energéticos y de seguridad.
Al incorporar cláusulas vinculadas al aprovisionamiento energético, a la inversión en infraestructura crítica y a la adquisición de material militar, los nuevos acuerdos perfilan una alianza sistémica destinada a limitar el margen de maniobra de potencias revisionistas.
Si bien aún persisten interrogantes sobre la sostenibilidad política de esta estrategia en el largo plazo, el mensaje es claro: quienes aspiren a mantenerse dentro del circuito comercial occidental deberán ajustar sus decisiones geopolíticas. En este contexto, Rusia se ve cada vez más confinada a un perímetro comercial y estratégico estrecho, mientras que China enfrenta el costo creciente de su alianza con el Kremlin.
La redefinición del orden global no se juega ya solo en el terreno militar o diplomático, sino en las cadenas de valor, los flujos energéticos y las inversiones tecnológicas.
La articulación de acuerdos comerciales como herramientas de presión política confirma que el poder económico continúa siendo el principal instrumento de influencia en el escenario internacional contemporáneo.
Autor: Sergio Skobalski
Es Doctor en Relaciones Internacionales (Universidad del Salvador, Argentina), Master of Strategic Studies and Defense (China’s National Defense University) y Master en Planeamiento Estratégico y Dirección por Objetivos del Instituto Internacional de Estudios Globales para el Desarrollo Humano (España). Asimismo, tiene un tercer Master of Strategic Studies (US National Defense University, Estados Unidos) y es Lic. en Estrategia y Organización del Instituto de Estudios Superiores del Ejército argentino. Además, es miembro del Consejo Asesor Académico de la Facultad del Ejército, es profesor en el doctorado en Defensa de dicha entidad, profesor invitado en la Universidad de Cuyo y de la Universidad Católica de Córdoba, e integra el Consejo Asesor de la Fundación CIEPEI (Centro de Investigación en Estudios Políticos Económicos e Internacionales).
